Mis abuelos vivían en Valldoreix. En verano, solía acompañar a pié al abuelo a Sant Cugat. Íbamos cruzando campos: algunos habían sido cultivados, otros, en cambio, parecían olvidados, mientras otros se veían apenas habitados… Siempre me sorprendía que mi abuelo supiera el camino, viniendo de tan lejos. Me decía: si trazas una línea recta entre dos puntos, acortas la distancia… Eran los años 50. Estos son los recuerdos que guardo de aquellos días. Hasta tiempo después no conseguí ir añadiendo a mi imaginario otras experiencias, nuevas vivencias.
Como ha dicho J.M. Coetzee cada uno aprende una tradición, una manera de estar, de ver y de escuchar. Tal vez sea como un simulacro que procede de otros simulacros aprendidos, en una secuencia que se remontan hasta el infinito.
Dicho con mis palabras: se trata de relatos escondidos en la memoria, de formas de conmemorar, que sirven de argumento en el momento de marcar (usurpar) el espacio…
En aquel entonces, las horas de los niños se dilataban y los mayores parecían sumarse a la forma de vivir al tiempo de los menores. Vienen a mi memoria los juegos de cartas/barajas, de parchís, de las damas… juegos tradicionales, juegos coloristas, espaciales, humildes, en los que se repartía juego y se aprendían nuevos recursos, se formaban familias con caballeros, damas y reyes…
Algo de este relato que guarda la memoria pervive en el proyecto. Ahora, la distancia de aquellos caminos ya no resulta ser la más corta entre dos puntos, porque la realidad y el recuerdo lo han alterado.
En términos generales, he sentido que debía ordenar las acciones pasadas, poner distancia, cosa que inesperadamente implica situar puntos de inflexión, e intentar definir y expresar el espacio y el tiempo, es decir, buscar una nueva forma creativa de participación y preguntarme por las intenciones que tengo con respecto a los espacios, a su contexto y los juegos sociales que se representan en ellos.
Surgieron las primeras pruebas. Fotos de cartas (naipes) que evocan construcciones, territorios de juego que he imaginado cómo se extendían entre los espacios abiertos territorios de ROCHE y su vida social. Una forma de vida inmersa en un mundo de personas jóvenes, con sus tareas y sus obligaciones; un mundo lleno de estímulos.
Mi interés se basa principalmente en respetar el carácter unitario del conjunto. paisaje amplio, abierto. Y plantear una forma de ocupación: articular el paisaje así como las estructuras o paneles que enmarca la malla metálica.
Como una escena común, como un juego común, transitable, que se expandiera y que, a la vez, se recogiera. Que indique provisionalidad en el tiempo, que indicara una dirección, más que un movimiento, y que se pudiera ubicar cerca de los senderos, de los caminos. Que poseyera el espíritu de reflexión, de transformación y mudanza…
Se trata de ver, descartar (palabra que se usa en el juego de las cartas) y decidir. Baralla huye del espectáculo, busca escala humanizada, que sugiera una forma de participación… que su visión desde los edificios circundantes resultara de interés. Que guardara una buena relación entre la arquitectura, la naturaleza, los colores y las texturas del lugar. Busca articularse con el entorno y ser percibida extrañamente cercana al contexto, abierta a la experiencia, descompuesta en sus relaciones de movimiento, recorrido, orden, forma, luz, viento y poética.
Los usuarios del campus solo necesitarán interactuar para dar el sentido completo a la obra.
Baralla I 2020
Medidas previstas 4,70 x 7,80 x 1,70 m Acero inoxidable
Baralla II 2020
Medidas previstas 2,50 x 5,40 x 4,35 m Acero inoxidable
Concurso de ideas para Roche Diagnostics. Sant Cugat del Vallès, Barcelona